Por: Ing. Alejandro Baizabal
Estamos en una década crucial, es más, en un año en donde las acciones ayudarán a mitigar o acelerar el impacto. Me referiré a este tema que debe replicarse una y otra vez, el cambio climático. Una enfermedad donde no hay vacuna alguna, pero si acciones para reducir su colisión.
Más de uno conocemos a personas, funcionarios y líderes que creen estar comprometidos con este problema. El detalle está en que detrás de sus pantallas no mejorarán su entorno, a eso le llamamos “falsa acción climática”. Aquella persona que se la vive en webinars o charlas de café sin propuesta alguna. Eso más que nutrir, vicia la conversación.
Debemos abordar en conjunto la crisis ambiental. Por momentos se pierde de vista algo que los especialistas apuntan como un impacto mayor que la pandemia. Las naciones con mayor generación de CO2 están alistándose con planes y metas para los próximos años.
Para entender estos temas hay que desglosarlo para no caer en el mismo discurso. Todos estamos inmersos en esta tormenta; aunque, pocos son conscientes de ello. Algunos necesitan que toque a la puerta, vivirlo, para comenzar a actuar.
“La humanidad se enfrenta a una pandemia, una crisis económica y un colapso ecológico; no podemos permitirnos perder en ninguno de los frentes”- Inger Andersen, directora ejecutiva PNUMA.
El periodo entre 2011 y 2020 ha sido el más cálido a escala global. Concentrando el mayor incremento en las regiones polares (mayor a 6°C que su promedio). En México, 2020 ha sido el más caluroso (junto con 2017 y 2019) de acuerdo al registro histórico desde 1953. Además, fue el segundo año consecutivo con lluvias por debajo del promedio y con él se completaron 5 años con lluvias deficitarias de 2011 a 2020.
Esto lleva estrecha correlación con el incremento en las concentraciones de CO2. Los datos y las proyecciones no mienten. Las tendencias son marcadas y complejas de revertir a medida que pasa el tiempo. Las rutas de acción deben fomentarse desde los municipios y estados. Aunque la gran mayoría de estas regiones aún no ha descubierto como emprender acciones ambiciosas o carecen del poder y los recursos para ello.
Las cifras ahí las tenemos: 1,852 ciudades han declarado emergencia climática a nivel mundial. Mil millones de habitantes (25% de la población urbana mundial) viven en ciudades con un objetivo de energías renovables. Más de 800 ciudades en 72 países tienen medidas de energía limpia, ahí tenemos a EEUU, Italia, Alemania, Reino Unido, España, China, Suecia y Canadá.
Ningún país, ningún estado y ningún municipio superará esta crisis de forma aislada, nos necesitamos unos a otros. No podemos esperar a que alguien comience para actuar. Genuinamente vamos en busca de una mayor calidad de vida, más saludable, más armoniosa.
El hecho de ser conscientes de las causas y efectos nos hace comprometernos aún más, no obstante, el escenario tan complejo en que nos encontramos. El hecho de entender el panorama global y nacional desde el conocimiento y el análisis nos lleva a levantar la voz en búsqueda de un bienestar común. Sin politizar, única y sencillamente para llevar a la mesa temas de trascendencia. Estoy convencido que sumando ideas, esfuerzos y propuestas podemos hacer un movimiento de liderazgo, no protagónico, sino para motivar al resto de las ciudades.