Todos los mamíferos producen lágrimas, humedecen el ojo y lo mantienen libre de infecciones. Sin embargo, únicamente las personas podemos llorar. Las lágrimas a causa de emoción son un rasgo exclusivamente humano. ¿Qué sucede en nuestra estructura cerebral que posibilita el llanto y nos diferencia del resto de los animales?
De acuerdo al profesor inglés Michael Trimble del Instituto de Neurología en Londres, la evolución y la cultura moldearon la mente humana para que pudiera expresar sus sentimientos a un nivel superior al resto del reino animal. Las lágrimas emotivas o a consecuencia de una experiencia estética no se encuentran en ningún otro ser vivo.
Según Trimble, el llanto pudo haber sido una de las primeras formas de comunicación del hombre, antes incluso de que existiera el lenguaje. El poder demostrar tristeza, alegría, compasión y empatía va de la mano con la realización del ser, con la teoría de la mente (capacidad de atribuir pensamientos e intensiones a otras personas), y el percatarse de la finitud de la existencia.
Las emociones humanas surgen a partir de una red de regiones cerebrales interconectadas. Nuestro sistema límbico cerebral (asociado a las emociones) está asociado con el sistema nervioso autónomo, como consecuencia, nuestros sentimientos integran nuestro entorno y nuestras respuestas corpóreas. El ritmo cardiaco, la respiración y las cuerdas vocales intervienen en el llanto.
Es posible que el consuelo que sentimos después de llorar se deba a que se estimulan los nervios craneales, que a su vez alivian la amígdala cerebral sobre-estimulada por una emoción específica.
Diferentes formas de arte también nos hacen llorar. Una novela, una película, una obra de teatro y especialmente la música nos conmueve a las lágrimas. Durante un estudio, se demostró que el 85% de los participantes lagrimaron al escuchar música emotiva. Estimulando nuestro sistema límbico, la música evoca memorias y sentimientos.
Llorar, por lo tanto, no indica debilidad, sino una cultura y moralidad característicamente humana. Millones de años de evolución se reflejan en cada lágrima.