Chocamán.- Con dolor, coraje e indignación, cientos de personas acompañaron a la familia de Uriel Lozano Castillo menor que fue asesinado por un hombre y su cuerpo arrojado sobre la carretera, a darle el último adiós en el panteón municipal.
Ahí, advirtieron que quieren justicia y que de no tenerla la tomarán por mano propia.
A las 11:00 de la mañana, el féretro blanco donde yace el cuerpo del menor de 9 años, llegó a la iglesia de San Francisco de Asis, ubicada en el primer cuadro del pueblo, donde el párroco elevó sus oraciones para pedir que el alma de Uriel sea recibida y también la pronta resignación de la familia.
Terminada la eucaristía, se encaminaron hacia el cementerio. Por cada calle que pasaba el cortejo fúnebre, se escuchaban los aplausos y el clamor de justicia.
“Te voy a extrañar”, exclamó una mujer quien únicamente se identificó como su patrona. “Era un niño muy bueno, no se metía con nadie, él y su hermano eran mis mozos, siempre me hacían los mandados para ganarse unos pesos y poder gastarlos en la escuela”.
La noche del martes, Javier Escamilla Luna, vecino del menor, circulaba en su camioneta sobre la avenida Díaz Mirón, cuando atropelló a Uriel, quien caminaba sobre la banqueta.
Ese día, el presunto responsable del homicidio, levantó el cuerpo del menor-desconociéndose si aún estaba con vida-, para “trasladarlo a un hospital”, sin embargo, al pasar las horas y al recorrer todos los hospitales, la familia jamás supo nada de él.
Al mediodía del miércoles, la noticia se esparció como pólvora. Sobre la carretera federal Fortín-Conejos a la altura de Huatusco, había sido encontrado el cuerpo de un niño. Bastaron pocos segundos para confirmar que se trataba de Uriel.
La rabia e indignación se apoderó del pueblo, quienes exigieron justicia o, advirtieron, tomarían represalias con sus propias manos.

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