Xalapa, Ver., 16 de agosto de 2015.- Cuando Alejandrina González tenía 10 años de edad, sufrió un acontecimiento muy doloroso: el fallecimiento de su padre. Esto ocasionó que la vida de su familia cambiara y ella no tuviera la oportunidad de estudiar.
“Vivíamos en un rancho donde no había escuela, la más cercana estaba en otro pueblo y, a la edad que yo pudiera haber ido, mi papá murió, me quedé con mi mamá y ella no quiso dejarme ir; después hubo un tiempo que había clases nocturnas y empecé a asistir, pero mi mamá ya no quiso que fuera”.
Originaria de la localidad Emilio Carranza, municipio de Vega de Alatorre, se casó a los 16 años y tuvo cinco hijos. “Trabajaba en el campo ayudando a mi esposo, yo limpiaba el campo mientras ganaba para mantenernos, después él sembraba y yo limpiaba la milpa o el frijolar, todo; primero yo sola, después con los niños”.
Al no saber leer y escribir, no podía ayudar a sus hijos con las tareas escolares; sabía que los conocimientos eran indispensables en muchas actividades que ella realizaba; “luego por cualquier cosa uno necesita leer, algún recado u otra cosa, y se siente muy feo no saber, además de no entender nada de las cuentas”.
Hoy, Alejandrina reconoce la labor de su asesora para que ingresara al Instituto Veracruzano de Educación para los Adultos (IVEA); “es una excelente persona, si no fuera porque ella me animó, yo no estuviera estudiando; me dijo que esto me hacía mucha falta, que si no pude ayudar a estudiar a mis hijos, pues que ahora lo haga con mis nietos”.
Como un verdadero contagio de vida, Alejandrina es un gran ejemplo para su nieta, que a pesar de negarse a continuar estudiando decidió regresar a la escuela, al ver a su abuela en el IVEA. “Yo les diría que si tienen la oportunidad, anímense y estudien; es un beneficio muy grande para todos y yo lo digo por mí, que ahora ya puedo ayudar a mis nietos y es más fácil animarlos.”