Con contundencia pero emocionada, Sonia de Anda, reportera en Tijuana, reconoce que todavía queda mucho camino por recorrer para las periodistas en México, quienes poco a poco han logrado un hueco en el gremio pese a los peligros de la profesión en el país, a veces acentuados por el hecho de ser mujeres.
“Hace 30 años eran todavía muy pocas (mujeres en el periodismo), y los espacios se han ido abriendo en la medida en que las mujeres han empujado para participar, han demostrado que pueden ser periodistas de cualquier nivel”, explicó De Anda en entrevista con Efe.
De 2000 a la fecha, la organización Artículo 19 ha documentado 150 asesinatos de periodistas en México, en posible relación con su labor. Del total, 138 son hombres y 12 son mujeres.
El inicio de 2022 está siendo fatídico para la libertad de expresión, ya que en los dos primeros meses del año cinco periodistas fueron asesinados. Entre ellos, una mujer, Lourdes Maldonado, quien había acudido en 2019 a la diaria conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador a pedir protección.
Aun así, fue asesinada a balazos frente a su casa en Tijuana el pasado 23 de enero.
Según indicó en entrevista con Efe, Paula Saucedo, oficial de protección y defensa de Artículo 19 México, a pesar de que el porcentaje de mujeres informadoras agredidas o asesinadas en el país es mucho menor que la cifra de hombres, “cada año aumentan más la agresiones a mujeres periodistas”.
“El número de agresiones a mujeres es proporcionalmente menor en tanto menos mujeres que hombres ejercen el periodismo”, compartió Saucedo.
Desplazamientos forzados
Y esto, más allá de los datos, lo han vivido en carne propia mujeres como De Anda o Yanely Fuentes, periodista guerrerense desplazada en la Ciudad de México. Más allá de la capital es donde más se percibe el largo camino que queda por recorrer.
“Cuando me encontraba dentro de mi espacio muy local era una mujer entre varios hombres” dijo a Efe Fuentes, quien investigaba abusos por parte de grupos “que se hacían llamar policías comunitarios” en la denominada Costa Chica del estado de Guerrero.
Sus investigaciones resultaron incómodas para estos grupos presuntamente vinculados con la delincuencia organizada y el poder, por lo que en 2017 comenzaron las amenazas hasta llegar al punto de golpearla y dejarla con el pecho descubierto, o ejecutar a un sujeto en su casa y dejarle una de esas ya famosas cartulinas con amenazas.
Ante la imposibilidad de poder investigar y trabajar, y una orden de detención en su contra emitida por la policía comunitaria reconocida por el Gobierno del estado de Guerrero, fuentes tuvo que irse, bajo el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, dependiente de la Secretaría de Gobernación (Segob).
Yanely recuerda que cuanto trabajaba en Guerrero era muy habitual recibir insinuaciones sexuales por parte de compañeros y fuentes, además de dar por hecho que por ser una mujer ella no podría cubrir temas policíacos o de corrupción.
“(Un agente) de la Policía ministerial me dijo ‘¿Por qué estas tú llevando nota roja si siempre han sido hombres? (…) Con ellos nos tomamos una cerveza pero ¿tú que me puedes dar?’, con una insinuación con intención sexual”, detalló la periodista, quien desea volver a Guerrero pero solamente si es con buenas condiciones de protección por parte del mecanismo.
Patriarcado latente
Por su parte, De Anda, quien vivió de cerca el asesinato de su compañera Maldonado, consideró que “en México está muy marcado el rechazo hacia la mujer que no cumple con estos parámetros que a veces se han establecido”.
Sin embargo, se mostró positiva de cara al futuro y dijo que ya se está notando la mirada femenina en los medios de comunicación, sobre todo en temas como los derechos humanos.
“La presencia de las mujeres ha empujado a tratar de sensibilizar a una sociedad que se le metió en la cabeza que una mujer que se viste de cierta manera o sale a equis hora se pone en riesgo”, sentenció.
“¿Cómo no seguir haciendo periodismo?”
Fuentes insistió en que son necesarios “más espacios de mujeres dentro del periodismo”, pero reconoció que ya existen medios con perspectiva de género y comunicadoras poniendo su piel en trabajos impecables para las “compañeras que están ahí afuera”, leyendo, escuchando y viendo.
Por eso, entre otras cosas, la periodista guerrerense se pregunta “¿Cómo no seguir haciendo periodismo?”. Y recuerda cuando accedía a pequeñas poblaciones de la costa chica, portando dos o tres periódicos impresos, y uno de los pobladores leía la páginas y las traducía a la lengua indígena que sus vecinos hablaban.
Su compañera que ejerce la profesión en Tijuana, dijo que, en primer lugar, continúa en el periodismo porque no sabe hacer otra cosa. En segundo lugar dijo: “No podemos ser paladines de otras causas si no empezamos por la propia”.
Para terminar, de Anda hizo un llamado a sus compañeros de profesión y sobre todo a sus compañeras a aprovechar la unión que se está gestando en el premio debido a la rabia y el hambre de justicia ante la escalada de violencia contra los periodistas.
“Es un momento que tenemos que aprovechar como gremio. La solidaridad y la disposición para empujar por cambios que se han ido postergando. Hay muchas cosas que están funcionando mal, sobre todo en materia de libertad de expresión. Tenemos un Gobierno que ha simulado que nos protege”, sentenció.
Con información de EFE