La intelectual mexicana Paola Schietekat Sedas padeció un abuso sexual mientras trabajaba en Catar, en el Comité Organizador del Mundial de Futbol que comenzará el próximo 21 de noviembre.
Pero, en lugar de castigar al agresor, las autoridades de ese país le impusieron a ella una condena de 100 latigazos y siete años de cárcel.
La pena no se concretó gracias a que la economista, antropóloga y politóloga logró salir de Doha, pero no puede volver a lo que califica como su “trabajo soñado”. Y lo considera una injusticia.
Los hechos ocurrieron el 6 de junio del año pasado, pero fueron dados a conocer por Schietekat Sedas en un artículo reciente en el que narró con detalles la violencia a la que fue sometida y en el que también rememora un abuso anterior que padeció cuando era adolescente.
Esto me ha apaleado durante los últimos ocho meses. La carga a la que me enfrento es aplastante. Hay días en los que no me puedo parar de la cama, días de desesperanza en los que quiero vivir y días de furia por vivir en un mundo que odia a las mujeres https://t.co/QA1p0MZLcH
— Paola Schietekat ????? (@paola7kat) February 10, 2022
“Tenía 16 años cuando mi primer novio me encerró en su departamento, me violó y amenazó con matarme después de darme una paliza que dejó marcas visibles por varias semanas, todo por un arranque de celos”, contó para demostrar la recurrencia de las agresiones que padecen las mujeres.
De un abuso previo a Catar
“Recuerdo el camino de regreso a mi casa, pensando en qué iba a decirle a mis papás para justificar las horas en las que no les contesté el teléfono, en cómo iba a ocultar las marcas, porque claramente sentía que era mi culpa, y porque era una niña, sin la capacidad de racionalizar que lo que acababa de vivir era un intento de feminicidio, y porque era una víctima de violencia sexual, que interiorizó, como hacen muchas, la culpa y la vergüenza de lo sucedido”, agregó.
Schietekat Sedas tardó una década en compartir esa experiencia que le costó terapias, medicamentos y síntomas de estrés postraumático.
“En esos diez años, mi agresor se casó y tuvo una hija. Me enfurecí conmigo misma por no haber denunciado, por no haberme querido y respetado lo suficiente como para denunciar a alguien que hizo semejante daño. No faltaron ocasiones en las que, personas en quienes confié mi testimonio, me preguntaron, extrañados, por qué no había denunciado. Eso solo añadía leña a un fuego que ni siquiera yo había iniciado, y que tampoco me correspondía apagar”, explicó.
La joven continuó con su vida. Estudió carreras como Relaciones Internacionales, Ciencias de la Conducta, Antropología y Políticas Públicas en México y en el extranjero, en universidades en Kuwait y en Oxford. Hasta que fue contratada como economista conductual en el Comité Organizador del Mundial.
Todo cambió la noche del 6 de junio de 2021, cuando un conocido que consideraba su amigo y que pertenece a la comunidad latina en Doha, se metió a su departamento mientras ella dormía.
“Después de un forcejeo breve, pues su fuerza sobrepasaba la mía, terminé en el piso. Horas después, me salieron moretones en todo el brazo izquierdo, el hombro y la espalda. Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos”, detalló.
También denunció de inmediato para no repetir la historia de silencio e impunidad que había cubierto el abuso del que fue víctima en la adolescencia.
Culpable por tener relaciones extramatrimoniales
Con el certificado médico que demostraba la agresión, acudió a la policía junto con el cónsul de México en Catar, Luis Ancona. Más tarde, la convocaron de nuevo a la estación policial. La querían enfrentar con su agresor, quien aseguraba que eran novios y que ella había dado consentimiento para que él ingresara al departamento.
Schietekat Sedas pasó así de acusadora a acusada.
El problema es que en Catar las relaciones extramatrimoniales son un delito. Eso era lo que les preocupaba a los policías que ya habían descartado el abuso.
Con la ayuda del Comité Organizador del Mundial y de Human Rights Watch, logró salir de ese país el 25 de junio y volver a México, en donde las autoridades no la ayudaron en ningún momento, a pesar de que también denunció la indiferencia e incapacidad con la que había actuado el cónsul.
La sentencia, que se dio a conocer en su ausencia, absolvió al agresor y a ella le impuso la pena de 100 latigazos y siete años de prisión. Era culpable por haber tenido una relación extramarital. Para evadir la condena, su abogada se atrevió a recomendarle que se casara con el abusador. Schietekat Sedas sigue sin poder creerlo.